domingo, 8 de julio de 2012

16-10-2011 Via Verde de la Jara

Al igual que ocurre con otras líneas férreas, hay que remontarse al General Primo de Rivera y su Ministro de Obras Públicas, el Conde de Guadalhorce, para explicar el origen de este trazado ferroviario.
El plan de expansión de líneas de ferrocarril, gestado en 1926, contemplaba la creación de nuevas líneas, creando así una auténtica malla ferroviaria. Esta vía se concibió como unión entre Talavera de la Reina (Toledo) y Villanueva de la Serena (Badajoz), pasando por la monacal villa de Guadalupe (Cáceres), uniendo los valles del Tajo y del Guadiana.
Las obras se iniciaron a buen ritmo a finales de los años veinte del pasado siglo. Legiones de obreros, junto con antiguos campesinos, excavaron los montes vírgenes y elevaron toneladas de hormigón sobre los ríos para tender elegantes y esbeltos viaductos.
La guerra y sus miserias cayeron como un mazazo sobre este proyecto. La posguerra, el automóvil y la despoblación de los campos se confabularon contra el proyecto de construcción del ferrocarril. Sus obras languidecieron hasta que un día alguien se olvidó de ellas. Cuando se abandonaron ya estaba construida toda la explanación, excepto unos 20 Kms. del tramo de Villuercas, con sus estaciones dispuestas a recibir las vías y señales. Incluso se llegó a tender vía desde Villanueva hasta Logrosán, tramo que fue entregado a Renfe y que llegó a disponer de empleados adscritos a la línea, pero hasta esas vías son hoy sólo un recuerdo.
El día que escogimos para la ruta no podía ser más señalado, ya que se celebraba la Talajara, competición que discurre en parte por la Vía Verde de la Jara y la verdad, es que esto complicó un poco el recorrido, sobre todo por el peligro al atravesar los túneles y la diferencia de velocidad entre nosotros y los competidores.
El trazado de esta Vía es similar al de la Vía Verde del Guadiana, es decir, asfalto con bastante gravilla suelta, aunque con bastantes resaltos en algunos tramos, que la hacían a veces bastante incómoda.
Comenzamos desde Calera y Chozas, después de montar las alforjas y demás equipamiento. Por el camino empezamos a ver personal de la organización de la carrera y bastante gente paseando en una mañana de domingo fresquita, pero que al igual que la ruta del día anterior, cambiaría hacia una tarde de bastante calor.
El trazado discurre en principio por una llanura de cultivos que conforman una fértil vega en las inmediaciones del Río Tajo.

 Atravesamos a continuación un cañizal, del que agradeceremos a la vuelta la sombra que arroja sobre la vía.


Poco a poco nos vamos acercando al cauce del Río Tajo con intención de cruzarlo, llegando antes a la estación de Silos, que como las estaciones de la Vía Verde del Guadiana se encuentra en estado de abandono.




A partir de aquí la orografía que circunda el recorrido cambia, haciéndose más abrupta; y prueba de ello son los dos primeros túneles que hay que atravesar, casi seguidos, antes de llegar al Río Tajo. Y a la salida del primero escuchamos por detras un ruido dentro del tunel, que resonaba ampliándose más y más, hasta que por nuestra derecha pasó algo que parecía un humano sobre una bicicleta, pero que detrás suyo levantaba una nube de polvo que hacía imposible distinguirlo. A la salida del segundo tunel, ¡¡¡sorpresa!!!, nos encontramos con una largo puente que atraviesa las aguas del Embalse de Azután, alimentado por el Río Tajo. Antes de admirar el paisaje optamos por apartarnos y dejar paso a un numeroso grupo de corredores, cuyo sonido al rodar se ampliaba dentro del tunel hasta parecer el sonide de una apisonadora.



Una vez pasado el grupo realizamos un tranquilo paseo desde la salida del tunel hasta el inicio del puente, de 340 metros de longitud y una altura de 40 metros sobre el agua, admirando un bello paisaje.











Después del agradable paseo y de ver pasar más grupos de ciclistas a una velocidad considerable por tan favorable terreno, continuamos la ruta atravesando el viaducto sobre el embalse, apeándonos de vez en cuando para facilitar el paso a los corredores.
Comienza desde aquí un ascenso suave y sinuoso que busca la siguiente estación. Por el camino nos siguen sobrepasando varios grupos de ciclistas en busca del primer avituallamiento que localizamos a la altura de la estación de Aldeanueva de Barbarroya.
Entre el ir y venir de unos y otros continuamos ascendiendo poco a poco.
Encontramos a continuación el Apeadero de Pilas, convertido hoy en granja de perdices y vivienda, no sin antes atravesar el Viaducto del Riscal del Cuervo de 100 metros de longitud, que salva un barranco de 35 metros.
A partir de aquí se suceden una serie de viaductos de menor importancia, pero sobre todo varios túneles, algunos de bastante longitud y con muy poca iluminación.
Continuamos pedaleando tranquilamente en paralelo al Río Uso por un intrincado paisaje de pizarra y jaras hasta que tuvimos el susto del día. Se supone que durante la realización de la prueba se había iluminado el interior de los túneles mediante iluminación química, pero esta era deficiente, agravado por la nube de polvo que se formaba dentro de los túneles al paso de los corredores. Y así es como durante el paso del túnel más largo, de unos 730 metros de longitud, nos quedamos a oscuras, guiándonos cual murciélagos, gracias al sonido, llegando a recibir un golpe de una bicicleta en una de las alforjas que casi me lleva al suelo y conmigo a Lola que circulaba delante de mi. A la salida del tunel vimós que los laterales del carril eran unas zanjas angulosas de cemento que te podían hacer bastante daño en caso de caida.
Repuestos del susto a la salida del túnel, decidimos montar las luces en la bicicleta para el paso de los siguientes y evitar más sopresas.
LLegamos así a la estación de Navafuentes, tras lo cual seguimos ascendiendo, atravesando puentes, viaductos y túneles, observando viejos molinos derruidos; por un paisaje bastante monótono y poco propicio para el calor que ya apretaba de forma considerable.
Finalmente, a la salida de uno de los túneles, aparece la estación de Campillo-Sevilleja, llamada también Pizarrita. Esta estación tiene mejor aspecto que las anteriores, estando equipada con un vagón que hace las funciones de coche cama y otro que hace las funciones de coche restaurante.
Pero antes de visitar el vagón restaurante, rellenamos los bidones de agua de un depósito dispuesto a tal efecto.
Provistos de agua para la vuelta, nos sentamos en la terraza dispuesta delante del vagón y por un precio asequible dimos cuenta de unas cervecitas y unos montaditos que nos dieron la vida.
Tras disfrutar del descanso emprendemos el camino de vuelta, ya sin corredores sobre el recorrido de la vía, siguiendo el mismo camino de ida, aguantando un calor intenso; y parando a comer en la estación de Silos, próximos ya a nuestro punto de partida.



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